Se conoce que la cerveza aporta muchísimos beneficios para la salud de los consumidores siempre y cuando se beba con moderación y sin exageraciones. Por ejemplo, hay quienes la consideran una bebida saludable ya que es rica en vitaminas, proteínas, ácido fólico y antioxidantes.
La cerveza se asocia a beneficios cardiovasculares, de salud ósea y hasta contra la obesidad si se incluye dentro de una alimentación equilibrada. Por otra parte, el silicio contenido en la cerveza puede estar asociado con la protección de enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer.
A pesar de todos estos beneficios existen determinadas personas que no deberían consumirla a menudo de acuerdo con expertos de salud. En primer lugar, quienes padezcan del Síndrome del Intestino Irritable (SII), ya que esta bebida tiene compuestos que pueden generar dolor abdominal e hinchazón.
Esta enfermedad es un trastorno frecuente que afecta al intestino grueso y los signos y síntomas incluyen cólicos, dolor abdominal, hinchazón del abdomen, gases y diarrea o estreñimiento. Aunque no suele tener sintomatologías graves en la mayoría de pacientes; puede llegar a ser molesto e interrumpir las actividades diarias de una persona.
Tampoco deberían consumir cerveza las personas con cirrosis hepática o problemas de hígado o quienes padezcan de acidez de estómago, porque beber alcohol disminuye la capacidad del esfínter esofágico inferior para funcionar correctamente.
¿Puedo tomar cerveza?
Asimismo, deberían evitarla a toda costa aquellas personas alcohólicas o con antecedentes de alcoholismo o quienes hayan sufrido algún tipo de problema con el alcohol. Tampoco se recomienda a individuos que padezcan de depresión o algún tipo de enfermedad mental.
Por último, las embarazadas constituyen un grupo de riesgo que jamás debería consumir cerveza, ni siquiera una en su etapa de gestación ya que la toma de alcohol durante el embarazo también puede dar lugar a que el niño padezca discapacidades físicas, intelectuales y de comportamiento para toda la vida.
A esto se le conoce como “trastornos del espectro alcohólico fetal (TEAF)”, y pueden hacer que el bebé tenga características faciales anormales, cabeza de tamaño pequeño, mala coordinación, conducta hiperactiva o problemas de succión, entre otros.