Durante el desfile del Primero de mayo de 2017, el opositor Daniel Llorente irrumpió en la Plaza de la Revolución de La Habana portando una bandera norteamericana y gritando “¡Libertad!”, hecho por el que empezó a ser reconocido como “el cubano de la bandera”.
Tras la marcha del Día de los Trabajadores, el disidente debió cumplir un mes encarcelado en la prisión de 100 y Aldabó, y después fue trasladado al Hospital Psiquiátrico de La Habana, conocido como Mazorra, donde había estado un año más, según reporta el diario independiente 14 y Medio.
Hace apenas un año que Llorente llegó a Estados Unidos solicitando asilo político, pero las cosas no le han ido tan bien como esperaba. Ahora sobrevive como homeless en las calles de Tampa, sin dinero y con poca comida para alimentarse a diario.
“Me levanto todos los días a las 5, leo la Biblia, tomo una taza de café y estoy listo para trabajar en cualquier lugar. Esa libertad no tiene precio”, contó el activista al diario Tampa Bay Times.
“El cubano de la bander” sobrevive
Impulsado por las reiteradas presiones de la Seguridad del Estado, el hombre de 58 años salió de Cuba junto a su hijo Eliezer hacia EE UU en junio de 2021 y juntos han trabajado en la construcción, mantenimiento, jardinería y limpieza de oficinas. Durante un tiempo estuvo alojado en casa de un amigo, pero debió abandonar la vivienda y, hasta el momento, no cuenta con un techo donde pernoctar, ya que su caso legal aún está siendo valorado por las autoridades migratorias.
“A veces hay que empezar de cero. La vida es complicada en cualquier parte del mundo”, confirma Llorente que espera a que le citen para la entrevista con los oficiales de asilo, en la cual deberá demostrar que precisa de protección y que en Cuba sería un perseguido político.
En estos momentos, “el cubano de la bandera” solo posee un auto que adquirió junto a su hijo y cuya reparación costó 900 dólares que ambos estaban ahorrando para rentar un apartamento.
Luego que su hijo se fuera a vivir con una pareja, ha quedado totalmente desprotegido y duerme en la parte trasera del carro, donde también resguarda sus pocas pertenencias. Sin embargo, Llorente afirma que es u hombre de fe y que “cuando una puerta se cierra, otra se abre”
De acuerdo con el reporte de América Tevé, a veces recurre a organizaciones benéficas en busca de ayuda y todavía depende de ellas para obtener alimentos, ropa y productos de cuidado personal, ya que no cuenta con familiares o amistades en Estados Unidos que quieran acogerlo.
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