La Arquidiócesis de Santiago, al oriente de Cuba, es la tierra de la Virgen de la Caridad del Cobre, cuya fiesta se celebra este 8 de septiembre. Una devoción que cumple 410 años desde que, en Nipe, provincia de Holguín, fue hallada la pequeña imagen que dos indios y un esclavo llevaron a las montañas del Cobre, sede de su santuario.
En la víspera de su fiesta, el arzobispo Dionisio García Ibáñez, dedicó su alocución, sin embargo, a la petición que los veteranos de la guerra de Independencia hicieran al Papa para declarar a la Virgen de la Caridad, Patrona de Cuba.
Se destacó el fervor del pueblo cubano por su patrona, la cercanía espiritual y física de la Madre de Jesús que, no solo está en los templos o en las casas, sino que camina en los corazones y hasta en las carteras de los cubanos junto al carnet de identidad.
“Ellos se habían dado cuenta de que ganar una lucha no significaba alcanzar la felicidad para un pueblo. Ellos se dieron cuenta de que el pecado, el mal estaba metido también en medio de nosotros y por eso fue que fueron al Cobre. Sabían que ellos con sus propias fuerzas no podían alcanzar esa felicidad y esa libertad. Ellos lo sabían por experiencia, todavía había muchas divisiones, todavía había muchos intereses, muchos egoísmos, muchos partidismos, y ellos acudieron a la Virgen”, señaló el arzobispo de Santiago.
Día de la Caridad del Cobre, Cuba
Monseñor García Ibáñez agregó que aquella petición era producto de la firme convicción de que “si en el campo, si en la lucha, la Virgen era como una luz que iluminaba y unía; ellos también que la Virgen siguiera iluminando y uniendo a nuestro pueblo”. Una confianza que para el prelado cubano es también hoy una guía y que une al pueblo cubano.
“No nos olvidemos de que la Virgen es la que guía y la que une, y que la Virgen siempre nos va a llevar al bien y que, siguiendo a la virgen, que es lo mismo que seguir a Jesús, nosotros vamos a encontrar el bien, para nosotros mismos, para nuestra familia y para nuestra Patria. Desechando toda división, todo egoísmo, toda soberbia que nos divide, desechando todo aquello que impide que seamos un pueblo de hermanos; un pueblo que quiere habitar esta tierra hermosa que el Señor nos dio, hacerla prosperar, fructificar, para ser felices”.
Al concluir su alocución, el arzobispo primado de Cuba invitó a los fieles a seguir los pasos de aquellos libertadores – “tenemos que darlo cada día con mayor decisión – y volver a la Madre la Virgen de la Caridad, “que significa, volver a Jesús”.