Desde 2018, los habaneros notaron que una gigantesca estructura, un rascacielos cubano, se levantaba en medio del Vedado capitalino, donde antes existía un terreno que habría sido destinado a la supuesta entrada de un metro para la ciudad, una idea que fue vetada décadas atrás.
Muy pronto, los medios oficialistas anunciaron que se trataba del mayor edificio construido hasta el momento en Cuba y que, como todo lo nuevo que se edifica en el país, formaría parte del sector turístico.
Tras una breve recesión durante la pandemia, el hotel está a punto de ser culminado, aunque ha generado una amplia polémica entre arquitectos, ingenieros y en la propia población.
En primer lugar, los cubanos se cuestionan que exista financiamiento para alojar a extranjeros y que el gobierno no destine presupuesto para dar término a los cientos de viviendas afectadas por ciclones o para los tantos hospitales y edificios de la isla se encuentran en mal estado constructivo.
Pero todo no queda ahí: el “rascacielos” de La Habana, con 42 pisos y 154 metros de altura, pudiera contener fallos estructurales.
Hace muy pocos meses un arquitecto cubano nombrado Rafael Muñoz se dedicó a identificar algunos de los posibles errores cometidos en la fabricación del edificio y tuvo la osadía de publicarlo en sus redes sociales.
Rascacielos cubano
El especialista alegó que la estructura presenta “cucarachas”, o sea “lugares a los que, por falta de vibración, la masa de hormigón no llegó y quedaron oquedades en su superficie”.
“En los edificios, las manchas oscuras son señales de que las cosas no se hicieron bien. O si se quiere veámoslo así: Es una contradicción que el edificio no haya llegado aún a su máxima altura y ya haya tenido que ser reparado”, precisó Muñoz, radicado en Berlín.
El hotel más grande del país, con 565 habitaciones y de categoría cinco estrellas, también fue criticado por el meteorólogo Elier Pila Fariñas quien aseguró que los paneles de cristal que le han dispuesto al inmueble en su fachada pudiera provocar accidentes en la céntrica calle 23 debido al “brillo cegador” que proyectan a modo de una lupa inmensa.
“No sé si habrán pensado en esto cuando diseñaron el edificio, pero le falta la mitad de los cristales y ya encandila el reflejo del sol hacia 23”, escribió Fariñas, que se desempeña como jefe de turno del Centro Nacional de Pronósticos.
Varios choferes respaldaron la publicación y aseguraron que efectivamente los cristales provocaban la refracción de la luz hacia sus vehículos.