Hace siete años que el ex corredor olímpico cubano, Osvaldo Lara, sufrió un infarto cerebral que le causó algunas lagunas mentales. La gloria deportiva, de 66 años, padece, además, de otras enfermedades de cuidado como diabetes e hipertensión arterial.
Sin embargo, el velocista ha sido totalmente relegado al olvido por parte de las autoridades del deporte y el gobierno de la isla. “Se olvidaron de mí, con tantos años en el equipo nacional…”, confirmó él mismo en una entrevista para el periódico oficialista Trabajadores, que se atrevió a publicar el estado precario en que sobrevive el atleta.
Lara vive con su esposa en un apartamento ubicado en un tercer piso, cuyas paredes “muestran un viejo color hueso. Algunos adornos baratos y fotos viejas dan algo de vida. Un grupo de bártulos, juguetes y cosas que no logro definir, entre ellas un catre, atestan las esquinas y la mesa.
En el techo par de abofados demuestran que hay filtraciones. Muy cerca, dos grietas enormes acuñan el lamentable panorama”, según describe el periodista en el artículo.
El exatleta recibe solamente 700 pesos mensuales de jubilación al mes por una de las medallas que obtuvo a lo largo de su carrera deportiva. “La verdad es que no vienen a verlo. Fui a la dirección municipal de atención a atletas y se quedó en nada. Jamás han venido del Inder. Ni de la Comisión Nacional de Atletismo”, contó la esposa de Lara.
Osvaldo Lara, sin retiro en Cuba
“No tiene retiro porque cuando empezó con lo de la hipertensión se asustó. Se desesperó y pidió la baja del trabajo. Después tuvo el infarto cerebral y ya usted ve”, también lamentó la mujer.
Aunque Lara compitió en los Juegos de la Amistad de la capital rusa, donde y ganó los 100 metros, lamenta no haber podido asistir a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles de 1984
“Fue mi mejor resultado”, dijo Lara sobre la medalla obtenida en Moscú. “Ese año solo el americano Carl Lewis estuvo por delante de mí. Podría haber cogido una medalla en los Olímpicos de los Ángeles 84. No fuimos”.
A su regreso a Cuba, el gobierno le regaló un auto marca “Lada” que fue deteriorándose con el tiempo. “El salitre acabó con el carro”, cuenta la esposa. “Nos mandaron a un taller por Carlos III. Nos pelotearon. No teníamos ni un medio. La gente quiere dinero. No lo vendimos, se desbarató”. Abandonado por el gobierno cubano y las instituciones deportivas, Lara afirma que “ahora únicamente salgo a buscar el pan”.
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