Una nueva noticia ha hecho saltar las alarmas entre politólogos y economistas cubanos, desde que se corriera la voz de que Rusia crearía un programa de reformas a la economía de Cuba que será concretado bajo la asesoría del Instituto de la Economía de Crecimiento Stolypin.
El propio presidente Miguel Díaz-Canel se reunió con Boris Titov, político, empresario y asesor económico de Vladimir Putin y le dio el sí a la “iniciativa”. Varios medios independientes del país razonaron sobre el tema a través de la opinión de expertos que aseguran que por segunda ocasión la isla intentará copiar el modelo ruso.
Uno de los análisis más certeros sobre el tema lo publicó la articulista Rafaela Cruz en Diario de Cuba que precisó que en Rusia no solo existe un “capitalismo de compadres” con empresarios que controlan monopolios, empresas y mercados que antes eran estatales, una situación que pudiera darse en Cuba si llegara a ocurrir esta transición económica de la que se habla.
Desde hace meses, el Gobierno cubano ha incentivado la importación de fertilizantes, hidrocarburos y trigo de Rusia. Cruz sostiene que “sin esas reservas casi infinitas de hidrocarburos explotadas por empresas “privadas” directamente dependientes del Kremlin, el Gobierno ruso no habría podido desentenderse del resto de la economía, pues los poderes allí surgidos le habrían disputado el control político, como hicieron los oligarcas durante la transición de Yeltsin a Putin”.
Acuerdos de Cuba y Rusia este año
Sobre la posible injerción del modelo ruso al cubano, la analista agrega que se necesitaría un sector lo suficientemente productivo como para que gobierno de la isla pudiera, una vez monopolizándolo, independizar sus ingresos del pueblo.
La copia al modelo ruso traería consigo la privatización de muchas de las empresas estatales o bien tendrían que mantenerse funcionando como “tapadera para subsidiar MIPYMES enchufadas”, agrega la especialista.
Sobre las posibles consecuencias, Rafaela Cruz advierte que, si el gobierno decidiera dar pasos acelerados hacia un “capitalismo de compinches”, hasta el momento de manera muy “tímida” y sin tener condiciones para ello, “no será un modelo ruso lo que obtendrá, sino un modelo centroamericano, en el que instituciones débiles y profundamente corruptas mantienen al Estado secuestrado por oligarquías extractivas”.