A lo largo de la historia de la nación cubana, hija de un proceso de transculturación y mixtura de costumbres, los postres y dulces siempre tuvieron un lugar especial en la mesa de la gente de Cuba, sobre todo, en las tradicionales cenas en familia de Nochebuena y fin de año.
Muchos cubanos que peinan canas aseguran que se confeccionaban más de cinco o seis postres para celebrar la fecha. Corrían tiempos de más abundancia y no escaseaba el azúcar en un país con decenas de centrales en funcionamiento. Este fin de año será muy diferente a los anteriores.
Si en algún momento de la historia los cubanos pudieron degustar los turrones españoles de yema y almendras o las manzanas acarameladas, poco a poco tuvieron que recurrir a la inventiva tras la el derrumbe soviético y la desaparición repentina de las latas de conservas.
Entre los postres más populares de Nochebuena se recuerda con cierta nostalgia el de leche cortada, más conocido como “borugas”. En estos momentos un litro de leche ha llegado a costar más de 80 pesos y una bolsa en polvo cerca de 800 pesos por lo que difícilmente pueda ser consumido en la mayoría de las casas.
Dulces típicos de fin de año en Cuba
El dulce por excelencia de las fiestas navideñas en la isla son los buñuelos de yuca y malanga, que se confecciona a partir de una masa moldeada en forma de número ocho o pequeños lazos con un almíbar anisado por encima.
El arroz con leche y canela también destaca entre los más consumidos de la temporada. Generalmente, se sirve frío, aunque hay quien prefiere degustarlo acabado de sacar de la candela.
En los últimos días del año también se acostumbra en Cuba a preparar el popular majarete dulce de maíz tierno, los flanes de calabaza o el boniatillo. Mucho más económicos resultan las bolas de coco o las cortezas de toronja en almíbar.
Una de las tradiciones culinarias cubanas que suele sorprender a los turistas es que la mayoría de los postres se sirven con un buen trozo de queso, ya sea el dulce de guayaba, la cocada o de frutas como la papaya o la piña.