Bajo un toldo improvisado, Caridad Martínez, de 75 años y su hija tratan de dormitar todas las noches entre el calor y los mosquitos en un rincón de una calle en la Pequeña Habana.
Bajo un árbol de la zona tratan de guarecerse del intenso sol junto a sus dos mascotas que llevaron consigo cuando abandonaron el apartamento en el que residían tras la petición del propietario de aumentarles las renta casi en un 50%.
“Jamás me imaginé que yo iba a vivir así, en medio de los mosquitos, el sol. Te acuestas, te levantas al otro día y es lo mismo”, contó Caridad en entrevista para Univisión que, aunque había solicitado ayuda en centros para personas sin hogar, no las aceptan con sus dos mascotas. “Esto es un tormento. Nunca pensé que iba a pasar hasta hambre, nunca lo pensé en mi vida”, confesó también la anciana a Telemundo.
Anteriormente, ambas pagaban 1,000 dólares mensuales por el sitio donde vivían, pero querían cobrarles 450 dólares más, por lo que tomaron la decisión de irse a vivir a las calles.
“En Miami el problema de la renta está bien difícil, aunque sean áreas de low income (bajos recursos). Las rentas están bastante altas y no sólo piden el depósito sino otro mes de seguridad, así que son 3 meses, hay que tener bastante dinero para poder rentar”, dijo por su parte Lisset Fernández, hija de la anciana.
Anciana vive con su hija en una calle de la Pequeña Habana
Madre e hija deben dormir sobre dos sillas y consumen agua fría y alimentos frescos gracias a dos neveras portátiles. Sin embargo, deben asearse en un espacio improvisado, con la ayuda de “trapos”, según refirió la propia Caridad.
“Los mosquitos no te dejan dormir, picadas de mosquitos por donde quieran. Tenemos reptiles de cualquier tipo por la noche y la única luz que tenemos es una linterna, porque no tenemos electricidad. Es una pesadilla todas las noches y despertarse al otro día con la misma pesadilla”, añadió Lisset al citado medio.
Sin embargo, luego de dos semanas en las calles, un reporte de Telemundo confirma que ambas pudieran recibir próximamente un albergue temporal. “Aunque sea un cuarto con baño y mis dos perras y mi hija que hemos estado juntas siempre”, resume Caridad.
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